Por: Saqb’ech Pérez
En un país tan diverso en población y en desigualdades como Guatemala, las crisis siempre han estado presentes: en la economía, en el acceso a las necesidades primarias, en el acceso a los derechos esenciales. Sin embargo, en tiempos del coronavirus, estas circunstancias se remarcan aún más y aunque muchos sostengan que el COVID-19 no ve condiciones económicas, la realidad es que sí, porque el acceso a la salud se ve doblemente negado. Desde el acceso a un cubre bocas básico, hasta el acceso a centros asistenciales de salud con capacidad para tratar los casos que se generan en las poblaciones más distantes. Lugares donde las medidas de higiene no se pueden cumplir como lo demandan las instituciones de salud, porque el acceso al agua es difícil.
No es ninguna exageración pensar que hasta el derecho a la vida se ve vulnerado. Una medida impuesta por municipalidades ha sido el cierre de los mercados locales. La mayoría de la población que vive de sus ingresos diarios y que genera esos ingresos en el comercio local o en el trabajo del campo, le está haciendo falta esos ingresos en este momento. Mientras que en los supermercados, los capitales transnacionales, están generando ventas mayores, sin necesariamente respetar las medidas de prevención.
Los ataques racistas no faltan en este contexto, siempre han estado presentes, pero se agudizan más cuando los pueblos marginados salen día a día a buscar medios para sobrevivir. Se agudiza el racismo cuando los migrantes retornan a sus comunidades. Se agudizan cuando los privilegios de unos pocos se ven amenazados. No es coincidencia que el toque de queda se acomode a los horarios necesarios para los intereses corporativos. Pero el bloqueo al comercio local continúa.
En estado de calamidad y de toques de queda, es importante reflexionar sobre estas realidades, pero también en las alternativas que tenemos y que se fundamentan en las cosmovisiones y prácticas de los pueblos originarios. La reivindicación de las formas de vida ancestrales y nuevas formas de gobierno son urgentes. Dese el cultivo y la cosecha de los propios alimentos, hasta el respeto a la madre naturaleza. El cuidado y conservación de los elementos con quienes cohabitamos como un derecho universal. Porque de ella venimos y de ella vivimos.
En este tiempo puede parecer paradójico pensar en el renacimiento, pero así se debe visualizar, como una nueva forma de renacer para vivir en comunidad. De existir en sincronía y equilibrio con la madre tierra. Reconocer que del petróleo y del oro no se puede vivir. Que la madre tierra merece respeto como cualquier otro elemento que en ella existe. Todo ello implica renacer desde los pensamientos, voluntades y políticas. Evitar situaciones de crisis es posible cuando se toman en cuenta a todos los sectores, no solo a los empresarios. Tomar en cuenta las condiciones y posibilidades de los pueblos desde su autodeterminación. El reconocimiento de prácticas distintas de la economía y educación de los pueblos originarios.